Expertos aseguraron que el 2013 tampoco será un año para que el Congreso de la República pueda recomponer la “deteriorada” imagen que tiene ante los colombianos. Además los parlamentarios se preocuparán más por buscar su reelección que por legislar.
El 2012 no fue un buen año para el Legislativo colombiano. Diferentes proyectos de ley y reformas constitucionales pusieron en jaque a los congresistas, a tal punto, que todavía hay quienes insisten en la revocatoria del Congreso de la República. Proyectos como el Fuero Penal Militar, el Marco Jurídico para la Paz, y enmiendas constitucionales como la Reforma a la Justicia, hicieron que el Legislativo estuviese en el ojo del huracán.
Según Carlos Gaviria Díaz, avezado constitucionalista y analista político, lo primero que los colombianos deben hacer es averiguar cuáles son las fuentes de descrédito del Congreso. Además, está el hecho de que los legisladores aprovechan su condición para aprobar leyes que a ellos los benefician. Eso lo rechaza la ciudadanía “y lo hace con toda la razón”. Para Gaviria fue una vergüenza que en algún momento se aprobara una reforma constitucional en la que se terminaban los conflictos de intereses cuando se trataba de aprobar normas de la Carta Magna, aun cuando muchas de estas se aprueban porque quienes las proponen van a ser sus propios beneficiarios.
Armando Estrada, ex ministro del Interior, expresó que el año pasado lo pudimos ver concretamente en dos situaciones: “la primera fue buscar mediante la Reforma a la Justicia sacar todo tipo de privilegios y prebendas en materia judicial en su propia defensa. Y en segundo lugar se negaron a que las pensiones de los congresistas tuvieran un impuesto modesto y módico como era el impuesto del 5 %”.
Más que aprobar leyes, normas de reforma constitucional y más que realizar un control político, lo que preferirían los colombianos es que los congresistas modifiquen su conducta y su forma de actuar, y en cambio utilicen todo el poder que tienen en beneficio de todo el país, pero como están sometidos al burocratismo, al clientelismo y a sus componendas con el Ejecutivo, no tienen posibilidad de recuperar su credibilidad.
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